domingo, 20 de junio de 2010

Elegía literal

Sé que hace mucho que no me paso por aquí... Podríamos decir que alguien me robó el mes de Abril, que fue como agua de Mayo. Pero llegó Junio, y con él el calor, y el agua se evaporó.

Un pequeño escrito, en memoria de lo bien que lo pasamos .


Te conocí aquella tarde de Abril, cuando nos tomábamos un té junto a Pessoa, y hablábamos básicamente de lo necesario que es navegar, entregarse a la vida como el agua que cae de las nubes y resbala por tu frente para conocer el secreto de tus ojos.


Nos dimos rosas, sin ningún tipo de declinaciones latinas, sólo con la de nuestros corazones, uno hacia otro como dos bajeles temidos, que se miran y sopesan, mientras Espronceda canta una danza y provoca que todo gire y cambie y se apasione, sin atender a las consecuencias.


A partir de aquel día soñamos Lisboa, mientras París era una fiesta y alguien tocaba un blues en un bar de Tokyo. Queríamos ir en busca del tiempo perdido, de los espacios, viajar a través de las nubes y encontrarnos con cocodrilos de ojos amarillos.


Fueron pasando los días, y Cortázar se reía mientras nos veía tirar piedras al suelo e intentar cogerlas pegando pequeños saltitos, diciéndonos que las cosas no eran tan difícil, y comentando con su amigo Kundera lo ridículo de los amores que pretenden ser y no saben cómo llegar a serlo.


Quise escribirte poemas de amor, para que supieras cuánto te amaba, pero tu decías que no, que aquello no podía ser, y todo se truncó en una canción desesperada, mientras Chéjov lloraba acurrucado en el rincón del ángulo oscuro, con su perrita Katchanka, asumiendo que yo había cometido un crimen, y no podría escapar del castigo sobreviniente.


Doblaban las campanas, quizá por un erizo elegante.


Exhausto, confuso, encontré a Calderón, y le pregunté, con lágrimas en los ojos, que si aquello que yo viví era vida, o puro sueño.